La culpa siempre se asoma para mostrarnos un dolor. Y eso que nos duele muchas veces lo miramos con desprecio o le quitamos la mirada, lo guardamos y tal vez por años preferimos sentir la herida abierta antes que sanarla.

Antes de ser madre no sabía y jamás lo habría imaginado; la maternidad me mostraría dolores insospechados, y eso fue duro para mí, porque también me juzgué a mí misma pensando en «cómo no vi esto antes», «cómo no me di cuenta» y lo más probable es que si nunca me hubiera convertido en mamá estas heridas de infancia no se hubieran mostrado.

De la culpa también aprendí a ser menos dura conmigo misma y a sostenerme en el proceso con cariño y sin presiones. Éstos, hoy día son los pilares fundamentales de mi vida y son los lineamientos de mis sesiones.

Hoy, tal vez no hayas tenido un día perfecto, pero recuerda que nuestro crecimiento no se basa en los resultados, sino en el proceso. Confía en tu propio proceso.

Te abrazo fuerte.